Recientemente el Instituto de
Auditores Internos de España presentó un estudio muy interesante recogido en un
documento titulado "Visión 2020. Desafíos de Auditoría
interna en el horizonte 2020",
en el que se destacan algunos aspectos que ya hemos venido comentando en
este blog, como por ejemplo que las organizaciones se están volviendo cada vez
más frágiles, debido a una falta de identificación y adecuación a los nuevos
riesgos que las afectan.
Esto es así porque en muchas
organizaciones la elaboración del mapa de riesgos y su gestión no es
primordial. Pero además en muchos casos los mapas de riesgos que realizan las
organizaciones están “cocinados”.
Esta “adulteración”, en muchos
casos, se derivará porque la organización sólo maneja riesgos inminentes o
históricos y que se pasen por alto otros, que erróneamente no estimen como
relevantes.
Esta situación, entre otras
razones, está haciendo que, según el informe Visión 2020, “la esperanza de vida
de las compañías se acorte” ya que al revés que sucedía con las compañías
centenarias, las nuevas empresas “no tienen una visión del negocio a largo
plazo y no han previsto los procesos de sucesión anticipadamente” ya que, cómo
se puede observar en el siguiente gráfico la esperanza media de vida de las
empresas, en estos momentos ronda los 10 años, cuando a mediados del siglo
pasado se situaba en los 60 años.
Ante
este panorama, y dado que está globalmente aceptado que una empresa es
sostenible cuando, además de lograr una cuenta de resultados económicos
satisfactoria y maximizar su valor, es viable a corto y largo plazo por su
contribución a un desarrollo sostenible de su entorno, con pleno respeto a los
derechos humanos individuales y colectivos, entiendo que podremos concluir que
las mayoría de las nuevas empresas desaparecen en tan poco tiempo porque no son
sostenibles.
Una
sostenibilidad que pasa, como ya hemos visto en anteriores posts,
por una correcta identificación de los riesgos operacionales y estratégicos
(que son dos de las cinco mayores preocupaciones de las Comisiones de Auditoría
a nivel global según el informe Visión 2020), obliga a que las Organizaciones
se posicionen de forma adecuada para identificar todos los riesgos que les afecten.
Obviamente,
cada organización tendrá unos riesgos específicos debidos a su sector y a su
ámbito de operación, pero actualmente existen unos riesgos que son globales y
que todas las organizaciones deberían tener en cuenta.
Riesgos
globales que cada año son evaluados por su probabilidad y posible impacto en
los próximos diez años por el World Economic Forum en su informe “The
Global Risks”.
En
su último informe presentado el pasado 15 de enero en Londres, los casi 900
expertos que participaron en el mismo, identificaron al cambio climático, su
mitigación, adaptación e impactos como cuatro de los 10 riesgos más importantes
(según probabilidad e impacto) a los que actualmente las organización deben
hacer frente (entendiendo la crisis del agua, como un impacto agravado en gran
parte por el calentamiento global).
Por
lo tanto, si queremos que nuestras organizaciones perduren en el tiempo,
debemos conseguir implantar la sostenibilidad como uno de los objetivos más
importantes de la misma (sino el mayor), concediendo así la importancia (o
gravedad) que se merecen a los riesgos ambientales actuales y futuros que
incidan en el porvenir de la organización, así como en el entorno en el que se
desenvuelven.
Por
todo ello, vuelvo a insistir en la necesidad de que los Planes de Auditoría a
desarrollar en el corto plazo, consideren la incidencia que en los distintos
entes auditables tengan los riesgos ambientales con los que conviva la
organización, pero no desde la perspectiva de un riesgo hipotético que pudiera
estar en el entorno de nuestra actividad, sino como un riesgo residual real.
Por lo que se precisa se determine , como para cualquier otro tipo de riesgo,
el nivel de apetito al riesgo que la organización considere viable con sus
objetivos estratégicos, entre los que no puede obviarse la deseada
sostenibilidad.