martes, 31 de marzo de 2015

Sostenibilidad frente a la fragilidad de las organizaciones ante los riesgos emergentes


Recientemente el Instituto de Auditores Internos de España presentó un estudio muy interesante recogido en un documento titulado "Visión 2020. Desafíos de Auditoría interna en el horizonte 2020", en el que se destacan algunos aspectos  que ya hemos venido comentando en este blog, como por ejemplo que las organizaciones se están volviendo cada vez más frágiles, debido a una falta de identificación y adecuación a los nuevos riesgos que las afectan.

Esto es así porque en muchas organizaciones la elaboración del mapa de riesgos y su gestión no es primordial. Pero además en muchos casos los mapas de riesgos que realizan las organizaciones están “cocinados”.

Esta “adulteración”, en muchos casos, se derivará porque la organización sólo maneja riesgos inminentes o históricos y que se pasen por alto otros, que erróneamente no estimen como relevantes.

Esta situación, entre otras razones, está haciendo que, según el informe Visión 2020, “la esperanza de vida de las compañías se acorte” ya que al revés que sucedía con las compañías centenarias, las nuevas empresas “no tienen una visión del negocio a largo plazo y no han previsto los procesos de sucesión anticipadamente” ya que, cómo se puede observar en el siguiente gráfico la esperanza media de vida de las empresas, en estos momentos ronda los 10 años, cuando a mediados del siglo pasado se situaba en los 60 años.

Ante este panorama, y dado que está globalmente aceptado que una empresa es sostenible cuando, además de lograr una cuenta de resultados económicos satisfactoria y maximizar su valor, es viable a corto y largo plazo por su contribución a un desarrollo sostenible de su entorno, con pleno respeto a los derechos humanos individuales y colectivos, entiendo que podremos concluir que las mayoría de las nuevas empresas desaparecen en tan poco tiempo porque no son sostenibles.

Una sostenibilidad que pasa, como ya hemos visto en anteriores posts, por una correcta identificación de los riesgos operacionales y estratégicos (que son dos de las cinco mayores preocupaciones de las Comisiones de Auditoría a nivel global según el informe Visión 2020), obliga a que las Organizaciones se posicionen de forma adecuada para identificar todos los riesgos que les afecten.

Obviamente, cada organización tendrá unos riesgos específicos debidos a su sector y a su ámbito de operación, pero actualmente existen unos riesgos que son globales y que todas las organizaciones deberían tener en cuenta.

Riesgos globales que cada año son evaluados por su probabilidad y posible impacto en los próximos diez años por el World Economic Forum en su informe “The Global Risks”.

En su último informe presentado el pasado 15 de enero en Londres, los casi 900 expertos que participaron en el mismo, identificaron al cambio climático, su mitigación, adaptación e impactos como cuatro de los 10 riesgos más importantes (según probabilidad e impacto) a los que actualmente las organización deben hacer frente (entendiendo la crisis del agua, como un impacto agravado en gran parte por el calentamiento global).


Por lo tanto, si queremos que nuestras organizaciones perduren en el tiempo, debemos conseguir implantar la sostenibilidad como uno de los objetivos más importantes de la misma (sino el mayor), concediendo así la importancia (o gravedad) que se merecen a los riesgos ambientales actuales y futuros que incidan en el porvenir de la organización, así como en el entorno en el que se desenvuelven.

Por todo ello, vuelvo a insistir en la necesidad de que los Planes de Auditoría a desarrollar en el corto plazo, consideren la incidencia que en los distintos entes auditables  tengan los riesgos ambientales con los que conviva la organización, pero no desde la perspectiva de un riesgo hipotético que pudiera estar en el entorno de nuestra actividad, sino como un riesgo residual real. Por lo que se precisa se determine , como para cualquier otro tipo de riesgo, el nivel de apetito al riesgo que la organización considere viable con sus objetivos estratégicos, entre los que no puede obviarse la deseada sostenibilidad.

lunes, 23 de marzo de 2015

La severidad de los riesgos ambientales


Como ya he expuesto en anteriores comentarios, tanto la Norma ISO 14001, Sistema de Gestión Ambiental, como el Enterprise Risk Management o COSO II, la importancia de los riesgos se estima en base a sus principales atributos, el impacto (consecuencias) y su posibilidad de ocurrencia.

Respecto de la posibilidad, no creo que existan diferencias en la forma de estimarla en los riesgos ambientales, comparándola con la forma de hacerlo con los otros riesgos que puedan afectar a las organizaciones, pues de lo que se trata en ambos casos es de estimar la posibilidad estadística de que un determinado evento o amenaza ocurra. Si diese cerca de cero es improbable que el evento suceda, mientras que si da cerca de uno, es casi seguro que ocurrirá.

Sin embargo, esta similitud en la forma de calcular los atributos de los riesgos, no creo que pueda ser apreciada también en el relativo al impacto, puesto que, si bien habrá que considerar los daños que puedan ocasionar en el logro de los objetivos de la organización, también deben considerarse los que afecten a todas las partes interesadas de la organización, como es la sociedad en su conjunto.
Por ejemplo, si una industria vierte sus residuos contaminantes, sin antes tratarlos, al efluente de un rio, al considerar los daños que esta acción generaría, además de las posibles sanciones administrativas y un empeoramiento de su reputación, también se deberá tener en cuenta la disminución de la calidad que se producirá en esas aguas, y el más que probable impacto negativo sobre la fauna y flora de la zona, así como en los cultivos que reciban esas aguas.

O también como sucede con las talas incontroladas, en las que no sólo deberemos tener en cuenta los daños puntuales que esta acción produciría a los objetivos de las organizaciones que las producen, sino también los perjuicios que a largo plazo se derivaría de la deforestación. Como son, un aumento de la erosión del terreno con su consabida pérdida de nutrientes del mismo, o el incremento de que se produzcan situaciones de inundaciones y sequias en la zona, ya que al perderse la cubierta del bosque, el agua fluirá rápidamente hacia los arroyos, elevando los niveles de los ríos y dejando expuestas a las poblaciones locales. Mientras que en épocas de bajas precipitaciones, se producirían estragos en los cultivos interrumpiendo las operaciones industriales.

Pero no sólo estos aspectos son lo que deberíamos tener en cuenta al evaluar los riesgos ambientales, ya que, si recordamos lo que nos señala la versión del 2013 de COSO I, a la hora de estimar los riesgos, también deberemos tener en consideración los dos nuevos factores que se citan para calcularlos, en concreto la velocidad de ocurrencia y la persistencia. Si bien en el caso concreto de la velocidad, no deberemos verlo como algo que los aminore, sino como algo que los oculta, pero que están ahí y que nos pasarán factura, aunque esta la paguen las generaciones futuras.

Con estos comentarios lo que quiero compartir es la necesidad de incluir en nuestros mapas de riesgos los denominados riesgos emergentes, ya que estos existen, pueden ser muy importantes y debemos considerarlos como unas amenazas que no solo afectan a las empresas, sino a la sociedad en su conjunto.

Para acabar, me gustaría comentar que la forma de combatir estos riesgos está perfectamente establecida en el Enterprice Risk Management, pero destacando que, de sus 8 componentes, el correspondiente al entorno de control, entendido este como aquello que establece el talante de la organización y establece la base de cómo el personal de la entidad percibe y trata los riesgos, incluyendo la filosofía para su gestión, el riesgo aceptado, la integridad y los valores éticos y el entorno en el que actúa, por ser el componente que tiene mayor relevancia a la hora de gestionarlos junto con el correspondiente a la supervisión, que es donde está inmersa la función auditora.

Siendo así, creo conveniente que los universos de auditoría que se manejen  deberían recoger como entes auditables aquellos procesos productivos en los que se manifiesten riesgos ambientales, medidos estos de forma adecuada, incluyendo los que sean pertinentes en los borradores de los Planes de Auditoría a proponer a la alta dirección y al Comité de Auditoría, procediendo posteriormente a su correspondiente auditoría, a fin de concluir en lo que sea pertinente y aportando las recomendaciones que sean adecuadas para mitigarlos.

Actuar de esta forma nos permitirá acercar a nuestras organizaciones a la Responsabilidad Social Corporativa, que es el objetivo que deberíamos tener presente.

domingo, 15 de marzo de 2015

Formación y sensibilización para disminuir el nivel de los riesgos ambientales



Como ya he comentado en anteriores posts, entre de los diferentes tipos de riesgo a los que está sometida la actividad empresarial, se encuentran los riesgos ambientales.

En esta ocasión me voy a centrar en la identificación de los riesgos ambientales asociados a las actividades productivas de las organizaciones, dejando para otra ocasión el tratamiento de los riegos medioambientales debidos a factores naturales

Centrándonos en los que se derivan de las actividades productivas, debemos entender  como tales, toda circunstancia o  proceso de la organización que conlleva la posibilidad de un daño para el medio ambiente, incluidos los seres humanos.

Para conocer estos posibles riesgos y sus niveles de importancia, las organizaciones cuentan con una herramienta ofrecida en los Sistemas de Gestión Ambiental, la denominada identificación y evaluación de aspectos ambientales. 

Según la Norma Internacional para la implantación de un Sistema de Gestión Ambiental , la Norma ISO 14001, el riesgo ambiental es directamente proporcional a la posibilidad de su ocurrencia  y a sus posibles consecuencias. Coincidiendo así con lo señalado al respecto y de forma genérica sobre los riesgos por COSO II. Es decir, cuanto más probable sea que ocurra un riesgo ambiental y mayores sean sus consecuencias, mayor será el nivel de riesgo ambiental.

Riesgo = Posibilidad x Consecuencia

Siendo así, para identificar y evaluar un determinado riesgo ambiental será preciso conocer:

-          Los factores de riesgo
-          Los identificadores de riesgo
-          Las consecuencias del riesgo

Con esta aparentemente sencilla fórmula, la empresa podrá realizar su “mapa de riesgos” indicando la fuente de riesgo, es decir los factores, su localización, su valoración así como los efectos o repercusiones que puede tener en el medio ambiente.

Pero lo que en muchas ocasiones las empresas no tienen en cuenta, a la hora de evaluar sus riesgos, es que, la función de los trabajadores en una empresa se puede definir  como  “la aplicación de sus conocimientos y experiencias  a la realidad de su organización, de la que se derivarán múltiples efectos“. Por ello, al menos en el tema ambiental, y como una medida preventiva de control, y en base a unas buenas prácticas, no se debería dar por supuesto la existencia de un conocimiento previo de los trabajadores al respecto, debiendo formar e informar a toda la organización sobre la gran variedad de  los riesgos ambientales derivados de su actuación.

Actuando  así, podemos llegar a la conclusión de que en muchas ocasiones un riesgo ambiental puede ser reducido e incluso eliminado con una correcta actuación derivada de una formación y sensibilización ambiental de todos los integrantes de la organización, ya que la posibilidad de que se produzcan estos riesgos, en muchas situaciones, está íntimamente relacionado con que el trabajador posea o no los conocimientos necesarios para evitarlos.

Así pues, para disminuir el riesgo ambiental de la empresa y que la misma pueda mejorar continuamente su comportamiento ambiental, es totalmente necesario implantar campañas de sensibilización y formación ambiental a todas las personas que forman parte de la misma. Elaborando para ello un plan de formación según sus necesidades específicas.

Además,  mediante la formación se logrará que los participantes pierdan “el miedo” hacia el Medio Ambiente al dejar de ser como algo desconocido y sólo concerniente a los técnicos y el área de medio ambiente (sostenibilidad o la que corresponda en cada caso), aparte de conseguir una mejora en la comunicación bidireccional, aumentando la posibilidad de escuchar a los trabajadores  y recoger sus opiniones y sugerencias de mejora.

Es muy Importante tener en cuenta la dificultad de cuantificar el éxito en la formación impartida a los trabajadores de la organización. Para asegurarse que el nivel de formación de los trabajadores es el óptimo, la formación debe ser continuada. No sólo con cursos específicos de formación, sino con campañas de sensibilización específicas y apoyada con la  realización de encuestas periódicas con las que evaluar los conocimientos adquiridos tras la formación y los posibles nuevos temas a tratar en los siguientes cursos.
En resumen, una forma de combatir los riesgos ambientales en la empresa, es la de formar a los trabajadores en las consecuencias que en el medio ambiente tienen sus actuaciones, ya que, de una u otra manera, todas tienen alguna incidencia en estos riesgos.

A título de ejemplo, permítanme que cite algunas actuaciones cotidianas de las que se derivan efectos ambientales:

  • Las emisiones de gases de efecto invernadero indirectas de una organización dependerán principalmente del consumo de electricidad de la misma. Así pues al no apagar las luces cuando las dependencias se encuentran vacías, tener la temperatura del aire acondicionado a un valor menor del deseado, no tener los ordenadores configurados correctamente o imprimir documentos en vez de leerlos en pantalla, estaremos aumentando el riesgo ambiental de la huella de carbono de nuestra organización.
  • Igualmente si nos desplazamos cada vez que debemos tener una reunión, en lugar de utilizar las herramientas que nos ofrecen las nuevas tecnologías, como la videoconferencia o la telepresencia, además de gastar más tiempo estaremos aumentando también las emisiones de CO2 de nuestra organización. No en vano la sustitución de un 5-30% de los viajes de negocios en Europa por videoconferencias podría evitar la emisión de 5,59-33,53 millones de toneladas de CO2.

Por todo lo anterior, lo que tenemos que tener claro es que los riesgos ambientales no son ajenos a nuestros actos, y que siendo consciente de ello podremos, a través de una adecuada formación y sobre todo sensibilización, combatirlos adecuadamente.

Conocer el grado de sensibilización y las actuaciones responsables o irresponsables de los integrantes de las organizaciones, es la parte de las auditorías ambientales, que trataré en el futuro en el blog.