Como ya he
comentado en anteriores posts, entre de los diferentes tipos de riesgo a los
que está sometida la actividad empresarial, se encuentran los riesgos
ambientales.
En esta ocasión me
voy a centrar en la identificación de los riesgos ambientales asociados
a las actividades productivas de las organizaciones, dejando para otra ocasión
el tratamiento de los riegos medioambientales debidos a factores naturales
Centrándonos en los que se derivan de las actividades productivas,
debemos entender como tales, toda
circunstancia o proceso de la
organización que conlleva la posibilidad de un daño para el medio ambiente, incluidos los seres humanos.
Para
conocer estos posibles riesgos y sus niveles de importancia, las organizaciones
cuentan con una herramienta ofrecida en los Sistemas de Gestión Ambiental, la
denominada identificación y evaluación de aspectos ambientales.
Según
la Norma Internacional para la implantación de un Sistema de Gestión
Ambiental , la Norma ISO 14001, el riesgo ambiental es directamente
proporcional a la posibilidad de su ocurrencia
y a sus posibles consecuencias. Coincidiendo así con lo señalado al
respecto y de forma genérica sobre los riesgos por COSO II. Es decir, cuanto
más probable sea que ocurra un riesgo ambiental y mayores sean sus
consecuencias, mayor será el nivel de riesgo ambiental.
Riesgo =
Posibilidad x Consecuencia
|
Siendo
así, para identificar y evaluar un determinado riesgo ambiental será preciso
conocer:
-
Los factores de riesgo
-
Los identificadores de riesgo
-
Las consecuencias del riesgo
Con
esta aparentemente sencilla fórmula, la empresa podrá realizar su “mapa de
riesgos” indicando la fuente de riesgo, es decir los factores, su
localización, su valoración así como los efectos o repercusiones que puede
tener en el medio ambiente.
Pero lo
que en muchas ocasiones las empresas no tienen en cuenta, a la hora de evaluar
sus riesgos, es que, la función de los trabajadores en una empresa se puede definir
como
“la aplicación de sus conocimientos y experiencias a la realidad de su organización, de la que
se derivarán múltiples efectos“. Por ello, al menos en el tema ambiental, y
como una medida preventiva de control, y en base a unas buenas prácticas, no se
debería dar por supuesto la existencia de un conocimiento previo de los
trabajadores al respecto, debiendo formar e informar a toda la organización sobre
la gran variedad de los riesgos
ambientales derivados de su actuación.
Actuando
así, podemos llegar a la conclusión de que
en muchas ocasiones un riesgo ambiental puede ser reducido e incluso eliminado
con una correcta actuación derivada de una formación y sensibilización
ambiental de todos los integrantes de la organización, ya que la posibilidad de
que se produzcan estos riesgos, en muchas situaciones, está íntimamente
relacionado con que el trabajador posea o no los conocimientos necesarios para
evitarlos.
Así
pues, para disminuir el riesgo ambiental de la empresa y que la misma pueda
mejorar continuamente su comportamiento ambiental, es totalmente necesario
implantar campañas de sensibilización y formación ambiental a todas las
personas que forman parte de la misma. Elaborando para ello un plan de
formación según sus necesidades específicas.
Además,
mediante la formación se logrará que los
participantes pierdan “el miedo” hacia el Medio Ambiente al dejar de ser como
algo desconocido y sólo concerniente a los técnicos y el área de medio ambiente
(sostenibilidad o la que corresponda en cada caso), aparte de conseguir una
mejora en la comunicación bidireccional, aumentando la posibilidad de escuchar
a los trabajadores y recoger sus
opiniones y sugerencias de mejora.
Es muy Importante
tener en cuenta la dificultad de cuantificar el éxito en la formación
impartida a los trabajadores de la organización. Para asegurarse que el nivel
de formación de los trabajadores es el óptimo, la formación debe ser
continuada. No sólo con cursos específicos de formación, sino con campañas de
sensibilización específicas y apoyada con la realización de encuestas periódicas con las
que evaluar los conocimientos adquiridos tras la formación y los posibles
nuevos temas a tratar en los siguientes cursos.
En
resumen, una forma de combatir los riesgos ambientales en la empresa, es la de formar
a los trabajadores en las consecuencias que en el medio ambiente tienen sus
actuaciones, ya que, de una u otra manera, todas tienen alguna incidencia en estos
riesgos.
A título
de ejemplo, permítanme que cite algunas actuaciones cotidianas de las que se
derivan efectos ambientales:
- Las emisiones de gases de efecto invernadero indirectas de una organización dependerán principalmente del consumo de electricidad de la misma. Así pues al no apagar las luces cuando las dependencias se encuentran vacías, tener la temperatura del aire acondicionado a un valor menor del deseado, no tener los ordenadores configurados correctamente o imprimir documentos en vez de leerlos en pantalla, estaremos aumentando el riesgo ambiental de la huella de carbono de nuestra organización.
- Igualmente si nos desplazamos cada vez que debemos tener una reunión, en lugar de utilizar las herramientas que nos ofrecen las nuevas tecnologías, como la videoconferencia o la telepresencia, además de gastar más tiempo estaremos aumentando también las emisiones de CO2 de nuestra organización. No en vano la sustitución de un 5-30% de los viajes de negocios en Europa por videoconferencias podría evitar la emisión de 5,59-33,53 millones de toneladas de CO2.
Por todo lo anterior,
lo que tenemos que tener claro es que los riesgos ambientales no son ajenos a
nuestros actos, y que siendo consciente de ello podremos, a través de una
adecuada formación y sobre todo sensibilización, combatirlos adecuadamente.
Conocer el grado de sensibilización y las actuaciones
responsables o irresponsables de los integrantes de las organizaciones, es la
parte de las auditorías ambientales, que trataré en el futuro en el blog.
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