Como
ya he expuesto en anteriores comentarios, tanto la Norma ISO 14001, Sistema de
Gestión Ambiental, como el Enterprise
Risk
Management o COSO II, la importancia de los riesgos se estima en base a sus
principales atributos, el impacto (consecuencias) y su posibilidad de
ocurrencia.
Respecto
de la posibilidad, no creo que existan diferencias
en la forma de estimarla en los riesgos ambientales, comparándola con la forma de
hacerlo con los otros riesgos que puedan afectar a las organizaciones, pues de
lo que se trata en ambos casos es de estimar la posibilidad estadística de que
un determinado evento o amenaza ocurra. Si diese cerca de cero es improbable
que el evento suceda, mientras que si da cerca de uno, es casi seguro que
ocurrirá.
Sin
embargo, esta similitud en la forma de calcular los atributos de los riesgos,
no creo que pueda ser apreciada también en el relativo al impacto, puesto que, si bien habrá que
considerar los daños que puedan ocasionar en el logro de los objetivos de la
organización, también deben considerarse los que afecten a todas las partes
interesadas de la organización, como es la sociedad en su conjunto.
Por
ejemplo, si una industria vierte sus residuos contaminantes, sin antes tratarlos,
al efluente de un rio, al considerar los daños que esta acción generaría,
además de las posibles sanciones administrativas y un empeoramiento de su
reputación, también se deberá tener en cuenta la disminución de la calidad que
se producirá en esas aguas, y el más que probable impacto negativo sobre la
fauna y flora de la zona, así como en los cultivos que reciban esas aguas.
O
también como sucede con las talas incontroladas, en las que no sólo deberemos
tener en cuenta los daños puntuales que esta acción produciría a los objetivos
de las organizaciones que las producen, sino también los perjuicios que a largo
plazo se derivaría de la deforestación. Como son, un aumento de la erosión del
terreno con su consabida pérdida de nutrientes del mismo, o el incremento de
que se produzcan situaciones de inundaciones y sequias en la zona, ya que al
perderse la cubierta del bosque, el agua fluirá rápidamente hacia los arroyos,
elevando los niveles de los ríos y dejando expuestas a las poblaciones locales.
Mientras que en épocas de bajas precipitaciones, se producirían estragos en los
cultivos interrumpiendo las operaciones industriales.
Pero
no sólo estos aspectos son lo que deberíamos tener en cuenta al evaluar los
riesgos ambientales, ya que, si recordamos lo que nos señala la versión del
2013 de COSO I, a la hora de estimar los riesgos, también deberemos tener en
consideración los dos nuevos factores que se citan para calcularlos, en
concreto la
velocidad de ocurrencia y la persistencia.
Si bien en el caso concreto de la velocidad, no deberemos verlo como algo que
los aminore, sino como algo que los oculta, pero que están ahí y que nos
pasarán factura, aunque esta la paguen las generaciones futuras.
Con
estos comentarios lo que quiero compartir es la necesidad de incluir en
nuestros mapas de riesgos los denominados riesgos emergentes, ya que estos
existen, pueden ser muy importantes y debemos considerarlos como unas amenazas
que no solo afectan a las empresas, sino a la sociedad en su conjunto.
Para
acabar, me gustaría comentar que la forma de combatir estos riesgos está
perfectamente establecida en el Enterprice Risk
Management, pero destacando que, de sus 8
componentes, el correspondiente al entorno de control, entendido este como aquello que
establece el talante de la organización y establece la base de cómo el personal
de la entidad percibe y trata los riesgos, incluyendo la filosofía para su
gestión, el riesgo aceptado, la integridad y los valores éticos y el entorno en
el que actúa, por
ser el componente que tiene mayor relevancia a la hora de gestionarlos junto
con el correspondiente a la supervisión, que es donde está inmersa la
función auditora.
Siendo
así, creo conveniente que los universos de auditoría que se manejen deberían recoger como entes auditables
aquellos procesos productivos en los que se manifiesten riesgos ambientales,
medidos estos de forma adecuada, incluyendo los que sean pertinentes en los
borradores de los Planes de Auditoría a proponer a la alta dirección y al
Comité de Auditoría, procediendo posteriormente a su correspondiente auditoría,
a fin de concluir en lo que sea pertinente y aportando las recomendaciones que
sean adecuadas para mitigarlos.
Actuar
de esta forma nos permitirá acercar a nuestras organizaciones a la
Responsabilidad Social Corporativa, que es el objetivo que deberíamos tener
presente.
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