Auditorías energéticas. Adelantarse al futuro (3 Febrero 2015)
En
mi artículo de hace unos días comentaba la tendencia actual de las
organizaciones a implantar y desarrollar modelos empresariales de gestión de
riesgos, y lo unía a uno de los mayores riesgos actuales, el cambio climático.
Pues
bien, parece ser que el Presidente de Estados Unidos de América, Barack Obama,
también ve la necesidad imperiosa de tratar al cambio climático como un riesgo.
Y no como un riesgo cualquiera, sino, según sus palabras, como el mayor riesgo
existente en la actualidad. Ya que, según dijo el pasado 20 de enero en su
discurso sobre el Estado de la Unión ante el Congreso: “no existe mayor amenaza
para las futuras generaciones que el cambio climático".
Obama
aseguró también estar decidido a que Estados Unidos impulse la acción
internacional contra el cambio climático, y recordó el histórico acuerdo
alcanzado el pasado año con China para limitar sus emisiones contaminantes.
Remarcando que "Debido a que las dos economías más grandes del mundo se
reunieron, otros países están intensificando, y ofreciendo esperanzas para que
este año el mundo finalmente llegue a un acuerdo para proteger el planeta que
tenemos".
Así
pues, oír al presidente de la mayor potencia mundial, y segunda mayor emisora
de gases de efecto invernadero del mundo, afirmar que no permitirá a los
legisladores "que pongan en peligro la salud de los niños por dar marcha
atrás al reloj" es una buena noticia, que nos podría hacer pensar que,
como decíamos el otro día, los códigos de "responsabilidad social
corporativa" de aplicación obligatoria están más cerca de lo que
pensábamos.
Aunque
el acuerdo al que hacía referencia Obama, se trata de un acuerdo no vinculante,
que queda bastante lejos del objetivo de obligado cumplimiento autoimpuesto por
los países de la Unión Europea de reducir sus emisiones en al menos un 40% para
2030, cabría pensar en que finalmente en la próxima COP (Conferencia de las
Partes) a celebrar en Diciembre próximo en París se consiga llegar al deseado
acuerdo que obligue a todos los países a reducir sus emisiones de gases de
efecto invernadero, en cuyo caso no sería de extrañar que aparezcan nuevas
normativas que requieran a las organizaciones a reducir sus emisiones y a pagar
por las que produzcan en exceso.
Pero,
¿cómo serían estas normativas y cómo podemos adelantarnos a las mismas?
Pues
bien, con permiso del Presidente Obama no deberíamos fijarnos en Estados Unidos
para prever las posibles nuevas normativas y consiguientes obligaciones en el
tema de reducción de emisiones, sino en Europa, y más concretamente en aquellos
países que llevan ya una larga trayectoria en aplicación de códigos de
aplicación obligatoria, como es el Reino Unido.
En
este contexto desde el año 2012, el Reino Unido, además de hacer cumplir a sus
empresas con un consumo intensivo de energía con las obligaciones impuestas por
el Sistema de Comercio de Emisiones de la Unión Europea (EU ETS), ha legislado
una serie de normas para conseguir reducir al máximo sus emisiones de gases de
efecto invernadero.
Así,
las organizaciones que superen unos valores medios de consumo de energía
deberán pagar por cada tonelada de CO2 emitida a menos de que implanten
medidas de eficiencia energética en sus procesos y reduzcan sus emisiones de
gases contaminantes hasta unos valores bastante estrictos.
Por
lo tanto, actualmente para las empresas de Reino Unido y previsiblemente en un
futuro no muy lejano para todas las del resto del mundo, la optimización de los
consumos energéticos es un riesgo vinculado a su actividad, que deberían
comenzar a auditar cuanto antes, a fin de poder adaptar las medidas necesarias
y optimizar sus procesos productivos.
Para
ello, el Gobierno del Reino Unido, en su “Energy Savings Opportunity Scheme”, habla de la posibilidad de
utilizar la Norma ISO 50001 para auditar los consumos energéticos y distinguir
las oportunidades de mejora existentes en las organizaciones.
Dicha
norma está diseñada de manera similar a otras normas aplicables a los sistemas
de gestión, como la ISO 14001 o la ISO 9001, por lo que resulta una herramienta
complementaria, compatible e integrable con distintos sistemas de gestión.
Centrándonos
en las auditorías que entendemos conveniente realizar, no hemos de desconocer
que el objetivo básico perseguido es el de recomendar acciones con las que conseguir una reducción de las
emisiones de gases de efecto invernadero, para lo que se hará preciso calcular
la huella de carbono que generemos, con lo que podremos conocer las emisiones
reales a la atmósfera debidas a nuestra actividad empresarial, así como
determinar cuáles son las posibilidades existentes de reducción de las mismas.
Para
calcular esta huella de carbono, existen varios manuales, que nos irán guiando
en los pasos que debemos seguir para conseguir conocer los procesos de nuestra
actividad que tienen influencia en las emisiones que generamos. Al no existir
de momento obligatoriedad de calcular esta huella de carbono, las
organizaciones tienen libertad de elegir la metodología a utilizar, pero es
importante saber que la guía denominada PAS 2050 desarrollada en 2008 por la
British Standards Institution es la más aceptada y utilizada en
todo el mundo.
Así
pues, resumiendo, un buen consejo para todas aquellas organizaciones que no
tienen identificado su consumo energético o sus emisiones de CO2 como un riesgo operacional
importante, deberían comenzar a hacerlo, ya que adaptarse o no a esta buena
práctica, previamente a una posible normativa mundial, puede significar, aparte
de demostrar una gran sensibilidad por el entorno, el desmarcarnos de nuestros
competidores y evitar la imposición de cuantiosas multas en un futuro no
demasiado lejano.
¿Hacia una ley “Sarbanes-Oxley” de responsabilidad empresarial? (19 enero 2015)
En la actualidad es habitual que las
organizaciones estén ocupadas en la implantación y desarrollo de modelos
empresariales de gestión de riesgos, de forma que les permitan administrar
aquellas amenazas que incidan en la consecución de sus objetivos, y atender así
las expectativas de sus “partes interesadas”. Para ello, uno de los protocolos
más empleados es el denominado Enterprise Risk
Management – Integrated Framework, o
COSO II, en el que se describe, a través de sus ocho componentes, la
sistemática que debe aplicarse para conseguir las metas perseguidas; pero
también pronunciándose sobre su objetivo o alcance, señalando que: “La
administración de riesgos corporativos es un proceso efectuado por el
directorio, la administración y las demás personas de la organización, que es
aplicado desde la definición estratégica hasta las actividades del día a día,
diseñado para identificar eventos potenciales que pueden afectar a la
organización y administrar los riesgos dentro de
su apetito, a objeto de proveer una seguridad
razonable respecto del logro de los objetivos de la organización".
Si hacemos un rápido balance de los
riesgos con los que a nivel mundial nos podemos encontrar, sinceramente creo
que el “cambio climático” estaría presente en todas las latitudes, afectando ya
a millones de personas, ecosistemas y especies en todo el mundo, todo ello a
través del aumento de las temperaturas, deshielo, subidas del nivel del mar,
sequias, migraciones, extinción de especies, perdidas de recursos,
enfermedades.., y que, si no actuamos, provocará en el futuro mayores impactos
y más severos.
Si contemplamos con algún detalle el
problema, y empleásemos una terminología habitual de los auditores, podríamos
decir que a nivel “macro” la situación no es muy alentadora, pues si nos
fijamos en los resultados de la reciente Cumbre del Clima de Lima, celebrada el
pasado mes de Diciembre en esa bonita ciudad, y aun a pesar de que los
científicos llevan tiempo hablando claro y aseguren que si no se empieza a
trabajar desde ya en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero,
el calentamiento global tendrá efectos devastadores en todo el planeta, dichos
resultados pueden calificarse de bastante frustrantes, dejando los compromisos
para más adelante, en concreto la reunión de Paris en diciembre del 2015.
Pero si pasamos a la visión “micro”,
puedo comentar que al leer la prensa del día en el que escribo estos
comentarios, me encuentro con que en ella se recoge la noticia de que la
Audiencia Provincial de Madrid dicta sentencia de cárcel a cuatro empresarios
por triturar frigoríficos y contaminar con gas.
Estos empresarios compraban frigoríficos
viejos por centenares y los trituraban sin los debidos controles liberando a la atmósfera los
gases nocivos.
Su objetivo era hacerse con los metales de los aparatos, como el hierro y el
cobre, cuyo precio ha vivido un “boom” en los últimos años, pero sin tomar las
debidas precauciones ambientales.
En estas circunstancias, si valoramos el
grado de implantación de lo que denominamos Responsabilidad Social Corporativa,
la conclusión sería la de una experiencia frustrada, debido a varias razones,
pero entre ellas a la “crisis económica”. Que ha permitido desnudar a las
empresas poniéndolas en evidencia, puesto que, salvo excepciones, sus
actuaciones se habían realizado con una motivación exclusivamente mercantilista
y con el ánimo de mejorar el marketing societario, por lo que a veces, buscando
que el fin justificase los medios, se ha alterado la realidad, pero sobre todo
abandonando sus aparentes compromisos ante las dificultades presupuestarias.
Es por ello que en el ámbito de la
fiabilidad de la información sobre responsabilidad social corporativa, al igual
que con la financiera y operativa, se hace imprescindible verificar las
conclusiones que se alcancen, y que se incluyan en los informes que se
difundan.
En este sentido entendemos que, al igual
que determinó la Securities and Exchange Commission (SEC) para
las sociedades cotizadas en el ámbito USA, exigiendo la aplicación de la ley Sarbanes-Oxley a
todas ellas, a fin de obtener una mejora en la fiabilidad de la información
financiera que difundían a los mercados (objetivo que entendemos se ha
conseguido razonablemente, evitándose escándalos como los protagonizados por
ENRON, WORLDCOM, MERCK,…). En el mismo sentido consideramos que también
resultaría conveniente actuar de manera similar con la información sobre
responsabilidad empresarial, dada la trascendencia y gravedad de los riesgos
que en la misma se reportan, haciéndose imprescindible que a las empresas se
las requiera una información integrada, estratégica, completa, relevante y,
sobre todo, veraz.
Para conseguirlo pensamos que no
resultarán suficientes códigos de “responsabilidad social corporativa” de
aplicación voluntaria, sino que deberán ser de atención obligatoria; lo cual,
siendo realistas, habría que concluir que hoy por hoy es prácticamente una
utopía de difícil consecución, aunque estamos seguro que el momento llegará, y
más pronto que tarde.
En cualquier caso, y dado lo que hemos
comentado sobre la importancia de los riesgos ambientales, estos deberían ser
también objeto de atención por parte de los auditores internos, incluyendo en
el Universo de Auditoría aquellos procesos en los que dichos riesgos se puedan
materializar, puesto que, como hemos comentado, tienen una gran probabilidad de
ocurrencia y sobre todo una posible gran incidencia.
Es por ello que entendemos conveniente
que los responsables de la Unidades de Auditoría Interna deberían tener en
consideración esta realidad, valorando los riesgos ambientales actuales o
futuros que afecten a sus actividades, incluyéndolas como un ente susceptible
de ser auditado, en cuyo caso se debería planificar y programar las actuaciones
que resultasen precisas, ya que, según la actividad en la que nos encontremos,
podría no ser un riesgo menor, aunque sus impactos no se evidencien en el
entorno de la propia organización, sino en el de la sociedad en su conjunto, y
sus efectos no se aprecien en el corto plazo.
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