Ayer leía un interesante artículo de una
experta periodista ambiental en el que se hacía eco de algunas de las últimas
encuestas relativas a la preocupación social existente sobre el cambio
climático, y como los ciudadanos no se
sienten informados correctamente sobre estos asuntos.
En el mismo artículo se resumían las
conclusiones de lo hablado en la jornada sobre La percepción pública del cambio
climático celebradas en Madrid.
En la
que el director de una agencia de comunicación científica española identificaba
como la primera barrera para mejorar la información sobre el cambio climático,
que se trata de un tema “fundamentalmente científico”.
Al leer esto, y tras felicitar por el
buen articulo a mi antigua compañera y amiga, le comenté que habría que
aclararle al director de esta agencia de comunicación, que esto no es así,
ya que, como ya he comentado en algunos
de mis posts, el
cambio climático hace mucho que dejó de ser un tema prioritariamente
científico, para pasar a ser en igualdad de importancia un tema económico y político. Y como tal
habría que tratarlo.
Así
ya lo entendió en 2006 el economista Sir Nicholas Stern,
plasmándolo en su ya más que conocido Informe Stern. En el cual calculó el coste
necesario para mitigar el cambio climático, comparándolo con el coste de los impactos producidos ante
la no actuación. Llegando a la
conclusión, según sus cálculos, de que si no se tomaban por aquel entonces las
medidas adecuadas, el cambio climático puede hacer retroceder hasta un 20% la
economía mundial.
Además
el cambio climático se ha convertido en uno de los temas principales a tratar
en el ámbito político. Obama no tuvo ningún inconveniente en reconocerlo como
el riesgo más importante ante el que nos encontramos hoy en día. Así, cada poco tiempo nos encontramos en la prensa generalista con noticias
relacionadas con la política y el cambio climático. Sin ir más lejos, a principio de semana nos pudimos informar
sobre la realización del llamado Diálogo de Petersburgo, en el que Francia y
Alemania se comprometieron a reducir de un 80% a un 95% sus emisiones de
dióxido de carbono de aquí a 2050 respecto a 1990, y por el que ambos países
también han aportado ya 1.000 millones de euros cada uno para ese fondo verde
que se quiere instituir y que pretende
alcanzar los 100.000 millones.
Pero
no es necesario pensar en geopolítica para darnos cuenta de la importancia
actual del cambio climático y del riesgo que este conlleva, para darnos cuenta
de la gran oportunidad que representa la sostenibilidad en general,
representando una verdadera ocasión para cambiar nuestra manera de hacer las
cosas mejor, ya que, además, el tan ansiado
desarrollo sostenible ofrece a nuestras organizaciones una grandísima
oportunidad de mejorar sus beneficios.
Unos
beneficios que, según el informe Power
Forward 2.0: How
American Companies Are Setting Clean Energy
Targets and Capturing Greater
Business Value, las empresas de EE.UU han detectado ya y están aprovechando.
Según
este informe, casi la mitad de las compañías más importantes de EE.UU ya han
encontrado un beneficio al reducir sus emisiones y utilizar energías
renovables. Durante el año 2012, 53 de estas compañías consiguieron reducir sus
emisiones de gases de efecto invernadero en 58,3 millones de toneladas de CO2 (equivalente a las emisiones de 15
centrales eléctricas de carbón,) consiguiendo un ahorro económico de más de mil
millones de USD.
Por
lo tanto, independientemente del sector en el que se encuentre nuestra
organización o del tamaño de la misma, no debemos olvidar que la mitigación del
cambio climático no se debe tratar
únicamente como un tema científico, que lo es, ni como sólo un riesgo inherente a nuestra actividad, sino
como una gran oportunidad de mejora.
Esto,
no deja de ser lo habitual en la gestión
de cualquier tipo de riesgo empresarial. Y es lo que como acabamos de ver, ya están practicando algunas de las grandes
empresas, dándonos ejemplos válidos de que la sostenibilidad no es
exclusivamente un coste que deben asumir las organizaciones, sino que es una
actividad de la que también se derivan beneficios, tanto para la sociedad en su
conjunto, como para las propias organizaciones.
Siendo
esto así, me surge una duda ¿a qué esperan el resto de las organizaciones para
involucrarse en proyectos de sostenibilidad?... Quizás, ¿a que sepan
gestionarlas correctamente?…
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