Hace una semana se registró en
Londres el día más caluroso desde que se tienen registros. En la ciudad de
Zaragoza pasó lo mismo. Y según un estudio de la Universidad de Oxford, en
Madrid al menos cada 19 veranos se dará un período de tres días de temperaturas
superiores a los 40ºC.
Unos fenómenos extremos, que aunque
los escépticos del cambio climático siempre se apresuran a justificar por las
variaciones naturales de la meteorología, utilizando, me atrevería a decir,
algunos de los principios de la propaganda de Goebbels.
Derivan claramente del cambio climático antropogénico.
Ya que, por ejemplo, según dicen
los científicos de la citada Universidad de Oxford, sin el cambio climático,
esos tres días de temperaturas en Madrid superiores a los 40ºC sucedería sólo
una vez cada 120 veranos en vez de cada 19.
Ante esta circunstancia, como ya he
comentado en artículos anteriores, las organizaciones, aunque cada vez están
más informadas sobre los costes derivados del cambio climático (ver gráfico).
Se están volviendo cada vez frágiles, debido a la falta de una adecuada
identificación y actuación contra los nuevos riesgos que las afectan.
Según el informe “Weathering the
Storm: Building
Business Resilience to Climate Change” del
El Centro para Soluciones sobre el Clima y la Energía (C2ES por sus siglas en
inglés), esta fragilidad de las empresas está también causada en parte porque
de las compañías que tienen identificado como posible riesgo el cambio
climático, son muy pocas las que han incorporado en sus planes de actuación la
evaluación de los impactos asociados a eventos extremos derivados del citado
cambio climático.
Así pues, las organizaciones,
aunque saben que van a sufrir impactos negativos, no están adoptando las
medidas necesarias. Para ello, deberían poner en práctica medidas que abarquen,
desde el ajuste a legislaciones previsiblemente más estrictas, hasta la
transformación de los procesos operativos alineándolos con los nuevos panoramas
climáticos, así como a la presión de los consumidores.
Como ya sabemos, los impactos
futuros derivados del cambio climático que sufrirán nuestras organizaciones
dependerán del tipo de industria en el que trabajemos. Por lo tanto, deberemos
tener en cuenta, que las medidas de adaptación que debemos implementar también
dependerán de nuestro ámbito de actuación.
Por ejemplo, en la siguiente tabla,
podemos ver la probabilidad de que diferentes sectores sufran distintos
impactos derivados del cambio climático, como riesgos reputacionales o de
volatilidad de precios.
Por lo tanto lo que deberá hacer toda
organización que quiera perdurar en el tiempo, independientemente del sector de
actividad, será construir una estrategia de adaptación sobre la gestión de
riesgos y planificación empresarial, no sólo en lo concerniente a sus
instalaciones, sino a lo largo de todo su proceso productivo. Ya que de este
modo conseguiremos, además de generar un beneficio tangible a corto y largo
plazo, un impacto positivo sobre las comunidades de nuestro entorno.
Esta estrategia deberá ir precedida
por la creación de una conciencia sostenible dentro de la organización y
complementada por una evaluación periódica de sus vulnerabilidades.
Además, será importante trabajar
con nuestra cadena de valor, las administraciones locales y demás partes
interesadas a la hora de desarrollar nuestra estrategia de adaptación al cambio
climático, para que, de este modo, nos aseguremos que las medidas adoptadas
estarán basadas al nivel adecuado de adaptación.
Una vez tenido en cuenta todo esto,
podremos determinar qué acciones específicas de adaptación al cambio climático
deberíamos poner en práctica en nuestra organización. Como por ejemplo:
modificar operaciones, reubicar o fortalecer infraestructuras, adelantarnos a
la volatilidad de precios de las materias primas, gestionar los riesgos de
nuestra cadena de suministro o ampliar la cobertura de nuestro seguro.
En resumen, como ya hemos hablado
anteriormente, el cambio climático ya no es una posibilidad, es una realidad
que nos afecta a nivel global, incidiendo en las condiciones exógenas en las
que desarrollamos nuestras actividades. Tenerlas en consideración, prever sus
impactos y decidir las medidas con las que podamos adaptarnos a ellas,
resultará básico si queremos mantener en el tiempo la actividad empresarial o
de cualquier otro tipo a la que nos dediquemos o queramos realizar.
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